Sentado frente al mar, los pensamientos suelen volar libres como las gaviotas, sintonizando las frecuencias marítimas, disfrutando la brisa del mar, la ardiente sensación de la piel satisfecha de sol, el olor a sal en cada poro de su ser, el reflejo de la muerte del sol ahogado en el mar, arena y sargazo entre los dedos, la paz y tranquilidad de tener su cuerpo ganándole una victoria a la gravedad, encima de una hamaca moldeable, un vaso de ron con harto hielo, mucha agua y dos gotas de cola, una pizca de sal y un poco de limón, risas de fondo, los párpados cerrados pintados de amarillo reflejando internamente la poca intensidad del sol en el ambiente, un cigarro en la boca…la piel brillando por el protector solar, un beso refrescante, un poco de sudor ajeno sobre su pecho, más peso sobre la hamaca, los pensamientos se bloquean y vuelve a sentir la suavidad de unos labios cálidos, sedientos de él, devorando lentamente sus labios marchitos por el mar y el calor, humectando cada espacio fracturado, marchito, reseco…la luz natural está por extinguirse, el cielo muestra su traje de luces, radiante ante el rojo, vivaz ante su azul, brillante tras el último brillo amarillo, delirante bajo el morado infinito, preparándose para vestirse de negro y disfrutar con sus mejores galas de la noche estrellada, libre de nubes, resplandeciente a su máxima expresión…debajo, dos seres humanos abstractos de la vida cotidiana, instalados en su mundo, con los cuerpos aún brillantes, de un poco de bronceador y calor absorbidos luego de un día de mucho sol, arena y ron, se encuentran embarcados hacía un viaje místico y personal, la luna observa celosa ante su soledad, las caricias y el olor que emana hacia el infinito, los besos que bloquean los pensamientos, los suspiros que contaminan el rumor del oleaje, los gemidos que distorsionan el sonido de la noche…a muchos kilómetros de distancia de la monótona rutina, de los gritos de los cláxones, del bullicio de las vecindades, del pasado y del futuro, lejos de todo y cerca de nada, cerca de sí mismos, cerca de la muerte súbita, de la muerte chiquita, de la explosión de vida, de la explosión del alma…las estrellas se amontonan a su alrededor, el manto ha quedado desnudo excepto en ese pequeño lugar del mundo, de la galaxia, sombras inundan el espacio, luces alumbran la escena, expectantes del desenlace próximo a revelarse…sus ojos brillan con luz propia, su pecho retumba ante su mirada incrédula, un río de sudor empapa la unión de sus cuerpos, un grito en el cielo, al vacío, crea vida, crea alegría, crea gozo, manifiesta emoción…su mano se desliza secando su cuello, sus senos, su abdomen, su vientre, perdiéndose en su sexo, absorbiendo su deseo, revitalizando sus latidos, rejuveneciendo su alma…la luna y las estrellas se despiden de los cuerpos, dando paso a la claridad de un nuevo día, de una nueva mañana, de una nueva vida, resucitando de la muerte instantánea, sintiendo su calor adherido a su rostro, sus manos en su pecho, sus labios entumecidos por la larga noche de longeva acción, se adormecen los cuerpos, uno junto al otro, una abrazada y protegida, el otro protector y fiel sirviente de sus más profundos delirios…abre sus ojos, acostado bajo el sol, de frente al mar, desnudo y asoleado, ella lo mira desde arriba en el balcón, desliza su lengua por sus labios, saboreando aún la experiencia, resistiendo a olvidar, desistiéndose a la normalidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario