miércoles, 8 de octubre de 2008

Historias de Carnaval: El Lado Oscuro de Metrópolis

Yo fui un títere de carnaval, el disfrute de grandes y chicos durante las fiestas de el carnaval más antiguo del país, según dicen los historiadores campechanos, y ¿quién soy yo para debatírselos?, mejor, exponer mis vergüenzas (no aquellas que están pensando), la tragicomedia comenzó a la edad de 6 años, cuando me comunicaron mi sentencia, la cual la tomé con alegría y júbilo, pues un año antes mi hermano había sido parte de la misma broma, y ahora, era yo, un participante más de la fiesta campechana, a tan temprana edad ya estaba ensañando para ser un cocinero bailarín, de pantalón gris y camisa azul cielo, con un delantal blanco y en mitad de éste, un bastón de caramelo, y coronado con un sombrerito blanco de chef, encargado de empujar un gran sartén en compañía de 5 o 6 compañeritos más, nunca muere sólo el que sin pena camina hacia el paredón, sobre la cual descansaban un cierto número de niñas simulando ser ricos pasteles (si vieran esos postres ahora, vaya que me hacía nuevamente el chef de singulares platillos), en fin, la gracia aquella fue parte de un conjunto de 4 bailables inspirados en la película de los 70’s (corríjanme si me equivoco) estilo Mary Poppins llamada: Chitty Chitty Bang Bang, una joya del séptimo arte, musicalmente hablando, irónicamente reafirmando, que por cierto, hace poco reviví en compañía de mi madre, la verdad, fue divertido, mientras fui un niño lo gocé.


Pasó un año, y ya sabía que para noviembre de ese mismo año, arrancaríamos con los ensayos de una nueva “puesta en escena”, ¿cuál sería el ridículo del próximo año?, pues según recuerdo, el turno era a un conjunto de pantalón café, camisa blanca con rayas, tirantes, una gorra, y para rematar un puro (y ahora me chingan la madre del porqué fumo) todo para personificar a un gangster en un salón para jugar billar, en cuya mesa-escenario rodaban al compás de la música 16 hermosas amiguitas convertidas en bolas de billar, y nosotros con pose de hijos de su Pink Floyd les acomodábamos sendos llegues con los palos de billar haciendo la pantomima de hacer chuza en la buchaca central o en la esquina inferior derecha (usted escoja su favorita), ¿cuál sería nuestro nuevo sufrimiento?, cargar a la “actriz principal” del nuevo bailable, armando una cruz con nuestros tacos, y cargándola sobre nuestros hombros; la representación ahora resultó parte de una puesta en escena con el tema central: “Casino”, hubieron representaciones de dominó, cubilete y juego de cartas (desde pequeño nos aventaron al vicio, y luego se quejan)…llegó el tercer año para formar parte de una nueva comparsa carnavalesca, de ésta solamente recuerdo haber salido de vaquero, con su caballo de palo, y sendas pistolas de plata, con pantalones blancos y camisa rojas a cuadros (vaya estereotipos!) sombrero blanco y chaleco blanco con lentejuelas rojas, así, bien brillante el asunto, ¿en qué consistió el baile? La verdad ni recuerdo bien, he sufrido amnesia voluntaria porque así de feo habrá estado el asunto…haciendo un pequeño paréntesis, recuerdo que ese año no participe en el desfile de disfraces y comparsas llamado “Corso Infantil” (Viernes de Carnaval) y en el “Bando de Grandes” (Sábado de Carnaval), pues a mi santa madre se le ocurrió entregarme a los lobos sin siquiera marinar la carne ni aderezar la ensalada, así, sin aviso de por medio, me coronaron “Rey Torero” de algún barrio de mi ciudad, sí, así como lo acaban de leer, con todo y traje de luces, y mi sombrero de torero (si alguien sabe su nombre favor de decírmelo), en fin, con pantalones de malla ajustada, casi culpables de una temprana disfunción en mi hombría, me aventaron al ruedo con dulces, camisetas (con mi rostro estampado junto a mi reina, que hasta la fecha me han chingado con que fuimos novios) y demás curiosidades que se avientan durante el recorrido, para no hacérselas más largas, al día escolar siguiente todos mis compañeritos me habían visto con tan sensual atuendo (debo mencionar que el mugre traje era rosado!!! A quién debo entregar a las autoridades ante tal ultraje cometido hacia mi persona?), en fin, otro año más llegó a su fin, y poco a poco mi paciencia con él…el cuarto año, oh my god, de pantalón blanco, muy caribeño, con camisa amarilla y unos ¿adornos? colgando de mis brazos, dizque para que se vean los movimientos de hombros llevando el ritmo exquisito del congal que simularíamos, llego el turno al peor de mis ridículos: Juan Carlos “El Rumbero”, no la chiflen que es cantada, así como se lee, así de feo lo sentí ese año, ¿Qué onda con el bailable?, solamente imagínense a este metalero de hueso colorado moviendo de manera sensual y bien masculina sus hombros y todo el paquete enredado entre ritmos caribeños de mala muerte, y diciéndole a sus padres: ¡Este es mi último carnaval!...pero como uno no tiene la libertad de tomar sus decisiones a tan temprana edad, y asumiendo que las madres siempre ven “adorables” a sus escuincles vestidos de manera por demás ridículas, ¡Toma Chango tu Banana!, sírvanme la del estribo porque Elvis has Left the building!, al menos la última fue la más decente de todas, el buen Negro (como me conocen mis amigos) Toledo la iba a hacer de Negro Jazzista, con saxofón de hielo seco pintado de dorado incluido, con la cara pintada (de una sola pasada) de negro, con los labios pintados de blanco, pero eso sí, con una belleza de compañera de baile (que luego me mandaría muy lejos y sin comprarme boleto de retorno), moviendo mi cuerpo al ritmo de un rico jazz, y haciendo la pantomima de ser mejor saxofonista que el mismo John Zorn, con revolcón en el piso al estilo Hendrix (creo que la pintura en mis labios tenía un poco de esa hierba verde que hace alucinar grueso), el caso es que el último fue el mejor, y colgué por vez definitiva mis movimientos bailarines y me fui por el rumbo que el metal me señalo, olvidándome, casi por completo de cómo se mueve el bote.


Seré sincero respecto a una cosa, y no es porque haya formado parte de esos bailables, pero ya no se hacen sendas comparsas como las que se hacían en los 80’s, hoy en día el carnaval se ha reducido única y exclusivamente a las comparsas de los reyes en turno, siempre siendo la hija de algún personaje de dinero (salvo unas cuantas excepciones) y el gay más notorio del medio homosexual de mi ciudad, que no necesariamente bailan muy bien, y amenizando el show popular siempre se cuenta con unos cuantos “artistas” de televisa, hace poco con los grandiosos artistas salidos (a punta de madrazos) de la nacademia, de manera gratuita, salvo cierto número muy contado, hemos presenciado muy buenos conciertos de manera gratuita en estas fiestas…ojala, y algún día vuelvan esos días de verdadera fiesta de carnaval en donde hasta concursos de comparsas se hacían y era una verdadera dicha ir a ver a todos bailar, aunque haya sido incluido en ello, me da un cierto orgullo haber sido parte de esos años maravillosos de la fiesta de mi tierra.

2 comentarios:

Valeska dijo...

Vamos a ser honestos, quieres que regresen eso tiempos para que torturen a otros pobres niños como lo hicieron contigo. Eres malo jajaja.

Lata dijo...

me vas a matar, pero... ¿sabes que nunca he ido a un carnaval? ups