El viaje es la vida y la vida se me va en viajar. Soy un trotamundo, un volador sin soga atada a mis tobillos, sin un destino fijo, evitando siempre caminar sobre los mismos pasos aún cuando me encuentre en el mismo sendero. Miro hacia el frente perdiéndome en el horizonte, soñando. Miro hacia la derecha con la prontitud y la facilidad pasándome sin darme pausas para calcular el movimiento de lo que ocurre, fijo mi mirada y diviso un nuevo horizonte, un nuevo cuadro sin plasmar en algún lienzo. Miro hacia la izquierda, diviso a lo lejos a los conductores de mi infancia, cuando mi andar fue guiado, y conducido previamente planificado, los evado con la mirada, busco la puesta de sol, busco el horizonte por encima del espejo del agua, por detrás de las verdes montañas, a través de los cultivos, por debajo del cielo raso. Miro hacia atrás, y el horizonte se extiende lentamente hacia el olvido.
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