Eran las 2:00 pm de una tarde soleada de verano. 38 grados. Un semáforo en rojo detenía el tráfico. Yo me encontraba al volante de un sedán color negro, con el aire acondicionado a todo lo que daba su capacidad. Acababa de detener el vehículo en cuanto fije mi atención en él. Encontré un espacio en el arroyo vehicular y me disponía a avanzar cuando noté su verdadera expresión. Dubitativo, su cuerpo lucía ajeno a la motricidad que ordenaba desesperadamente su cerebro. Dudaba en retroceder o avanzar. Para adelante, o para atrás. Con una bolsa de yeso recién comprada, se detuvo en el camellón, mientras los automóviles se iban juntando, esperando avanzar.
Me entró la curiosidad, o el sentimiento de "buen samaritano" y quería bajar para ayudarlo a cruzar. Algo en su mirada me indicaba lo erróneo que era mi pensar. Él, vivía en pie de guerra contra la realidad.
El cielo, en su mente, tenía un tono anaranjado, con manchas moradas, semejantes a nubes, salvo que éstas, ascendían y descendían a su propio antojo. Un mundo aparte, una existencia superficial desde el fondo mismo de su cerebro alterado.
Me observó detenidamente, con cierto odio, con un dejo de melancolía y rabia, mientras apretaba con fuerza la bolsa, el yeso parecía esfumarse en los poros que despedían el olor a azufre del infierno. Notaba que de mi aliento, surgían llamaradas en cada suspiro, no podía creerlo, mientras admirábamos mutuamente los cambios que se suscitaron ante este cambio de premisa.
Su Nemesis, el caballero de radiante armadura oscura, se convirtió en escamas, una bomba de gas y azufre a punto de estallar, lo observaba detenidamente, no podía correr, no podía atacarlo, se quedó petrificado por la impactante silueta que tenia de frente, y antes de que pudiese reaccionar, decidió atacar primero.
El motor rugía, la intensidad del calor estaba a punto de destrozar mi compresor. Sobre el cofre, el vapor se levantaba, alterando por un momento la realidad. Alcance a percibir su mirada perdida, aterrizada sobre el reflejo de si mismo en mis lentes, lucía determinado a hacer contacto. Pude percibir su distanciamiento.
Arremetió contra mi yo-dragón. El parpadeo del semáforo hizo que modificara la posición de mi palanca y mis pies se posaron en el clutch. Dejó caer su escudo brillante, y asestó un golpe en mi escudo de escamas natural. Sus ojos se agrandaron, parecía petrificado ante su incapacidad de cruzar la avenida, el miedo se reflejaba en sus ojos. Le escupí una torrente de fuego, deshaciéndole su armadura, arremetiendo a su ataque, lo contraataqué, lo detuve en seco, cayendo sobre el cesped que lo cubrió de serenidad, momentos previos a su final.
La luz verde apareció, y yo accioné el acelerador, precavido de mi viejo amigo, que aún seguia dudando si exponerse o abstenerse de hacerle frente a sus miedos. Su casco yacía en la hierba, su espada cayó y se encajó en una roca, destrozándola con su fino filo, cayeron hacía el acantilado. Uno a uno, los vehículos prosiguieron su camino, pasé delante de él, percatándome de su temblor, fui el último en pasar el semáforo, y pude ver en el retrovisor que aún me seguía mirando. Una lágrima cayó, rompiendo la línea roja que separaba sus pesadillas de sus más hermosos sueños. Puso un pie en la acera, y se perdió en el horizonte citadino, esperando a hacerle frente a otro yo-dragón, encerrado en un tu-caparazón.
2 comentarios:
vamos! Metropolis debo decir que de todas las historias que he leido en tu blog esta es la que mas me gusto.Mejor dicho es con la cual mas me identifico y no se porque pero creo que aunque te ausentes en ratos regresas con pistolas en vez de letras porque completamente anikilas esto llamado poesia ja ja ja ja. En fin me quedo con ciertas linias "Puso un pie en la acera, y se perdió en el horizonte citadino, esperando a hacerle frente a otro yo-dragón, encerrado en un tu-caparazón." Mis mas respetos y saludos metropolis
Anda Metrópolis, qué manera tan poética de relatar esta historia ¿es anecdótico? tiene la pinta de que sí. Muy buena la manera en que haz contado la historia :)
¡¡Saludos!!...
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