Por fortuna, aún conservaba el brillo en sus ojos. Ese brillo de vida que emana de la visión del alma de cada individuo al salir a la superficie luego de pasar una temporada atrapado en la obscuridad de la cotidianeidad. Su semblante translúcido hacía frente a la tormenta, todo se revolvía entre la dicha y la adversidad. Su alma vencía al miasma que se apoderó de su esencia.
Sus pasos se dirigieron hacia un punto en el horizonte donde su perspectiva mutó. Contempló al cielo convertirse en hielo y al mar ser reemplazado por polvo y gas. Su cuerpo se trasladaba simultáneamente con los cambios en su entorno; el punto del no retorno, nada era lo que fue y todo será como jamás se contempló que fuera. Los grandes engranajes del universo se volvieron a poner en funcionamiento, como si el Dios de los cristianos se despabilara de su utopía.
Su voz, carente de traducción, denotaba un dejo de ironía. Los estímulos que lo impulsaban, palpitaban descompasados en su interior. El caracol del tiempo se deslizaba por los surcos de arena, todo a su alrededor se compactaba y al instante explotaba. Y a lo lejos, una explosión resquebrajó los cimientos de su antigua civilización. Lo dejó todo atrás, pasado y recuerdos, personalidades y eventualidades, todo se transformó y sucumbió ante él.
A final de cuentas, todos somos creadores en nuestras propias mentes. Y en la suya, la metamorfosis dominaba la histéresis de lo que alguna vez quiso ser.
Sus pasos se dirigieron hacia un punto en el horizonte donde su perspectiva mutó. Contempló al cielo convertirse en hielo y al mar ser reemplazado por polvo y gas. Su cuerpo se trasladaba simultáneamente con los cambios en su entorno; el punto del no retorno, nada era lo que fue y todo será como jamás se contempló que fuera. Los grandes engranajes del universo se volvieron a poner en funcionamiento, como si el Dios de los cristianos se despabilara de su utopía.
Su voz, carente de traducción, denotaba un dejo de ironía. Los estímulos que lo impulsaban, palpitaban descompasados en su interior. El caracol del tiempo se deslizaba por los surcos de arena, todo a su alrededor se compactaba y al instante explotaba. Y a lo lejos, una explosión resquebrajó los cimientos de su antigua civilización. Lo dejó todo atrás, pasado y recuerdos, personalidades y eventualidades, todo se transformó y sucumbió ante él.
A final de cuentas, todos somos creadores en nuestras propias mentes. Y en la suya, la metamorfosis dominaba la histéresis de lo que alguna vez quiso ser.
1 comentario:
Qué texto metrópolis ¿es una justificación de tu ser? muy bueno, la narrativa le mantiene a uno interesado hasta llegar al final.
Saludos!!..
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