Revolvíamos la realidad con síntomas de soledad y añoranza,
Hurgábamos en el café de la mañana, un vaho de cordura y sanidad,
Iluminábamos el recinto de nuestros amores mágicos con un haz de luz inconmensurable,
Dejábamos que la locura coordinara la danza de las sombras en la espontaneidad de la noche.
Y así, por nuestras venas recorrían ríos turbios de sal y arena,
Sangre púrpura mezclada con mares de luz y esperanza,
Que alimenta corazones e impregna nuestras almas áridas.
Dos almas, envueltas en un halo de misterio y romanticismo,
Divulgábamos secretos gemidos en susurros, la luna era nuestro testigo,
Reconocíamos palabras en acertijos y descifrábamos jeroglíficos en oraciones,
Nos mostrábamos a nuestros respectivos mundos, tal y como éramos.
Y así, detuvimos el tiempo entre tormentas y sequías,
Torrenciales llamaradas de pasión en el horizonte de la alcoba,
Que nutrían la esperanza en un mar de mundos desencadenados.
Desgarrábamos la indiferencia general con la ironía del amor,
Particularizábamos la esencia de la mezcla de los sexos,
Placeres ignorados, ideales vitalicios, remembranzas de sustancias extraviadas,
Permitimos abandonarnos en el encuentro de los sentidos.
Y así, reencontramos lo que habíamos sentido extraviado,
Una historia sobrescrita, una sustancia absoluta e infinita,
Que sembraba un momento en el instante de una situación perfecta.
1 comentario:
¿Las almas que se encuentran, tienen un ciclo? Es que los ciclos terminan...se cierran. Siempre he pensado que dos almas que realmente se encuentran, manejan una complicidad especial: revuelven, envuelven, detienen, desgarran, reencuentran, etc. Como bien lo escribes.
Lindo poema! Te mando muchos saludos!!!
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