Le costaba trabajo opinar. Cada vez que abría la boca, pareciera como si lo hiciera en el momento exacto en que el bullicio se disipaba. No tardó mucho tiempo para que la sociedad lo considerará inteligente. Intelectuales creo que les llaman. La ingenuidad es la deidad de los imbéciles.
La soledad le había enseñado a valorar el silencio. Sus latidos marcaban el tiempo transcurrido, y no se agobiaba en matar al silencio. Se descubrió un observador sistemático. Cada elemento debe su movimiento, razonamiento, acción y sanción, a un elemento predecesor, y éste a su vez, es el causante de un nuevo elemento. Causa y efecto al infinito. Constante de cambio.
Desde su buhardilla tenía el control de lo que implicaban afectaciones a su propio sistema. Pero el corazón no deja de latir, del mismo modo que Cronos no detiene su espectáculo, aún en la más insensible decadencia. Fue expulsado de su soledad. El aislamiento le fue revocado. Su condena declarada, y el bullicio y el escrutineo instalados en su sistema.
Guardó silencio el tiempo suficiente antes de ser catalogado como inadaptado, y aventado a los leones del Coliseo Cerebral. Unas pastillas para la inmortalidad, dos sesiones de electroshocks semanales para evitar el trance, y un acercamiento a la realidad al mes. Ningún demente podría soportarlo en sus infinitos sentidos.
No tardó en sincronizar sus pensamientos con el debacle cultural de aquellos que no se detienen a analizar. Comenzó tartamudeando frases que los demás comprendieron al tercer tartamudeo. ¡al diablo con sus deidades! El estúpido no comprende lo que tiene escrito en la piel.
Descubrió la escritura, cuando le empezaron a robar sus ideas. Le costaba trabajo opinar. Todo lo que decía carecía de razonamiento. Hablaba para mantenerlos atentos.
Echaba de menos el aislamiento. Era más fácil ilustrar sus ideas con el polvo del ático. Sin embargo, no sabía colorear las mentes en blanco de sus torpes espectadores. Opinaba disertaciones inexistentes, entablaba diálogos telepáticos con sus humos elevados. Le daba pánico expresar sus verdaderas opiniones. Cuanto más hablo, menos palabras me escuchan, y más exclamaciones me gano.
Escribió cientos de tratados. Ninguno fue tratado como fue concebido. Fueron tergiversados sus elegantes párrafos. Se escribieron miles de manuales sobre su doctrina. Una deidad que se niega a la inmortalidad, es una espíritu urbano que jamás maldice en vano.
Tenía miedo de opinar. Sus ideas fueron robadas, plagios descarados de una lectura sin cordura. Quiso opinar y el bullicio traía y llevaba sus tratados combinados con el humo de mil habanos y cientos de litros de cognac barato.
Somos cristales rotos en un desfile desbocado. Somos ideas muertas en un tintero deshidratado. Balbuceaba antes de romper el silencio de sus pensamientos. Sus palabras dejaron huellas, pero sus zapatos no soportaron el vacío que dejaron sus pasos.
Le costaba trabajo opinar, pero más trabajo le costó respetar sus razonamientos. Terminó sordo por las voces que no eran suyas. Ciego por las imágenes de su doctrina. Mudo porque le robaron la voz. Vegetal porque se le desquebrajó el corazón. Y ahora, ¿quién seguirá mis pasos?
3 comentarios:
Creo que estaba acostumbrada a los cuentos tradicionales, siempre historias fantásticas con una pizca de tristeza y feliz final, siempre lo mismo.
Con tus cuentos muy distantes de lo común, aprendí que un cuento puerde ser una historia real, con hechos no tan afortunados y no siempre con final feliz, pero si llenos de profundidad y certeza para dejarnos algo en que pensar, y analizar... quiza nuestra propia historia en lineas ajenas.
Muy buena aportación para mis noches lunares de lectura.
En espera del próximo...YO SIGO TUS PASOS!! T ♥ Q
Wow Metrópolis, me ha gustado mucho esta historia, pobre de este falso profeta, me resulta muy creíble y no dudaría que existiera en esta condición, la sociedad me parece que es tan torpe y obtusa que las posibilidades que planteas son muy reales, mal plan por el profeta :(
¡¡Saludos!!
Mmmm... un claro ejemplo de los miedos y de cómo nos dejamos llevar por el exterior... o cómo el interior nos arrastra desde afuera... hacia adentro.
Ya sé que tenía años sin pasar, peo here i am!
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