domingo, 24 de febrero de 2008

Senderos del Placer

La llave entró despacio en el cerrojo, y abrió la puerta sigilosamente, sin hacer ruido alguno entró a la casa y se dirigió al bar. Tomó una botella de vino tinto, dos copas y se encaminó al cubo de las escaleras, no prendió luz alguna, al cabo que se las conocía de memoria.

Deseaba con gran determinación consentirla, amarla, ser uno con ella. Había tenido una temporada bastante ocupada en la oficina, llegaba muy tarde a su casa y siempre se encontraba, en el comedor su cena fría y en la cama su esposa de la misma manera. Pero, hoy salió temprano del trabajo, no se distrajo en el camino y tomó algunos atajos para no perder el tiempo y llegar rápido a su hogar, a su esposa.

En la oscuridad de las escaleras, se vislumbraba el brillo de una luz ámbar que provenía de su recamara, indicando que la luz del baño estaba prendida y la blanca luz de su habitación apagada. Se está bañando, pensó.

El agua no caía en la regadera, y de pronto, vislumbró un bulto en su cama, en movimiento irregular, debajo de las sabanas rojas de seda el cuerpo desnudo de su mujer vibraba de placer, al percatarse de ello se quedó quieto, inmóvil, expectante, pálido. Nunca había visto esa expresión en su rostro cuando se amaban debajo de las mismas sabanas en tiempos lejanos, era otra mujer, experimentando otros placeres, dejándose querer por otras manos que no eran las de él.

Apretó con fuerza la botella y las copas de cristal, no quería ser descubierto ante la incómoda situación. Es el precio del descuido conyugal, pensó. Sus ojos se dilataron, el sudor empezó a hacerse presente en su expectante semblante, se sentía incomodo pero no podía alejarse del umbral de su dormitorio, ahí a oscuras se preguntaba ¿experimentará el mismo placer que conmigo o será mejor el que se encuentra experimentando en estos momentos?.

Apartada de este mundo, desorientada ante el placer recibido, ella nunca sintió su presencia, con los ojos cerrados ante la presión del placer, ante las caricias que le derrumbaba toda guardia impuesta por el pudor, los gemidos se hicieron mas sensuales, pausados, gozados ante cada intervención de esas manos que se divertían en su bajo vientre, era feliz, era mujer. La música de su respiración acelerada se mezclaba con el coro que producían sus gemidos, el roce de su cuerpo con la suave tela de las sabanas que ya empezaban a brillar por el sudor derramado en ellas. Soltó un largo suspiro cuando sentía que no podía controlarse por más tiempo, estaba a punto de explotar, con un pie dentro de las puertas del cielo. El orgasmo estaba a la vuelta de la esquina del próximo roce.

Obteniendo las fuerzas necesarias, él se aproximo sigilosamente a la cama, dejó la botella y las copas en el piso de mármol, sin hacer ningún ruido. La presión en su pantalón era insoportable, y se desnudó cautelosamente. Es ahora o nunca, pensó. Y se deslizó por debajo de las sabanas, apartando la mano traviesa que hacia añicos su poder, su hombría.

Era tal el grado elevado de éxtasis en el que ella se encontraba que no se dio cuenta el momento exacto en que la rugosidad extraña de otro cuerpo prendía más alta la candela que ya era parte de ella, se dejó llevar por nuevos terrenos, la mano que antes le daba placer se encontraba sobre sus senos, acariciándola, brindándole un nuevo placer, haciendo mancuerna de doble pasión con esa lengua que le desbarataba internamente, estaba a punto de llegar al clímax de su pasión, cuando de pronto lo vio, en una posición, en una ubicación donde nunca antes lo había tenido, lo apartó de su sexo, lo condujo directo a su boca, él la besó con loca pasión, y la mano ajena a las de él, que tanto placer y lujuria despertó esa noche entre ellos dos, recorrió el mismo recorrido antes circulado, tomó su miembro a punto de explotar y los mezcló en una sola unión.

Eran él y ella, las mismas caricias de antes, los mismos cuerpos que ya habían entrado en la costumbre de tocarse las mismas partes con muy poca ilusión, prendidos y excitados a causa de una mano que decidió tomar el papel del hombre seductor y brindarle placer al cuerpo que tantas veces alimentó, que tantas veces sujetó, y que nunca se había dado su propia satisfacción.
DIVINYLS - I Touch Myself

2 comentarios:

rogelio garza dijo...

qué rico!

Rose dijo...

wow lo vuelvo a leer amor y me deja sin respiracion es que la forma en que expressas todos esas sensaciones los hace a uno sentir como si fuera esa mujer tan llena de placer o talvez ese hombre hambriento por estar con ella. bravo j.c muy bueno muy bueno y rico ademas mmmmm