sábado, 23 de febrero de 2008

Reflexión 8: Tranquilos que la Cosa es Calmada

La espera y la paciencia siempre te brinda sus recompensas, el ser prudente, y evitar caer en las desesperaciones, siempre brinda buenos resultados a la gente que decide esperar el tren correcto, dejar de acelerar el proceso llamado vida…dejar que las cosas sucedan como deben de suceder, dejar de lamentarse por llegar tarde a la cita que el destino tiene o tenia programado para nosotros…saber soportar los dolores, las derrotas, los pormenores propios de una vida común y corriente, porque todo mundo sufre, todo mundo ama, todo mundo sueña y con los sueños no realizados se debe ser lo suficientemente maduro para dejarlos pasar sin lamentarse, sin reprocharse, mirar la cara hacia delante y olvidar lo pasado, ser capaces de saltar ese obstáculo, y buscarle soluciones (si es que existen), o simplemente darle la vuelta a la página del viejo libro de recuerdos, y comenzar uno nuevo, o cambiarle la pasta deteriorada al que guardaba las locuras y las satisfacciones antes logradas, quitarle lo podrido, y preocuparse porque cada suceso nuevo sea mejor que los anteriores…la vida es una batalla en la cual no es saludable tomar rehenes, buscar treguas inteligentes, evitar caer en los mismos errores, dejar de adivinar el futuro y vivir el presente…quitarse de encima el polvo dejado por la suciedad en la que se ha visto envuelta nuestra monótona existencia, aceptar los errores propios y evitar cometerlos de nuevo, ser determinantes a la hora de querer realizar todas las metas y sueños que tenemos en la cabeza, dejar que el tiempo transcurra como quiera, que haga con nosotros (con nuestro consentimiento) lo que quiera, tomar el timón de nuestros navíos y soltarse a la mar, que la corriente nos empuje pero nosotros llevar la ruta que nosotros queramos…la vida no es tan mala después de todo, y la soledad puede llegar a ser una muy buena compañera, el único secreto es saberla apreciar y evitar que manipule nuestros pensamientos y sentimientos, el amor ahí está, afuera de nuestra visión, lejos del tacto amable y de la emoción salvaje…somos nosotros los ingenieros de nuestra propia existencia, y nadie tiene porque movernos el suelo en donde cimentamos nuestros sueños y esperanzas.

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