miércoles, 4 de julio de 2007

Cuento de una muerte de verano

La puerta se abre y entra en escena un grupo de policías con las armas apuntando en sentido de guardia, uno a uno van entrando a cada cuarto del departamento, “No hay nadie, todo despejado” comentan al unísono 3 de los cuatro oficiales, sin embargo el silencio en el último cuarto refleja que no todo está bien.

Inés resultaba ser una muchacha alegre y muy sociable, todo el vecindario decía cosas favorables de ella, la esperanza de la cuadra, una colonia hundida en la desesperación de la situación del país, pocos eran los que se animaban a intentar sobresalir, pero ella era una gran estudiante con un futuro muy prometedor según hacían constar sus calificaciones y las palabras de cada uno de sus profesores, todo pintaba bien para su futuro.

Estaba por terminar la licenciatura en Derecho en la Universidad del Estado, por sus excelentes calificaciones un Despacho Jurídico ya la había contactado para que al titularse entrara de lleno a laborar con ellos, todo le pintaba bien.

José Luís era un muchacho más de la cuadra, hundido hasta el cuello por su adicción a la cocaína, tenía la fama de drug dealer, un chico que tenía mucho tiempo viviendo sólo en uno de los edificios abandonados y en condición de ser demolido por el temblor que hace unos años azotó la región, él sabia que no había futuro para sí en una oficina y mucho menos en un trabajo decente, no sabía hacer nada, un bueno para nada decía Doña Lupe la dueña de los abarrotes de la esquina.

En una ocasión Inés y José Luís se toparon en el camión que venía del Campus, ella venía de presentar su primer examen final, él tuvo un bussiness que arreglar detrás de los baños de la facultad de Derecho, 100 Kg de la más fina les dijo a unos juniors que sentían que se los llevaba la fregada en esta temporada de exámenes. Cada uno venia sonriendo, cada uno había tenido éxito en lo que se propusieron esta mañana al salir de sus hogares.

Ella no era la típica imagen de una muchacha inteligente y estudiosa, no había estereotipos en ella, es casi una diosa se dijo José Luís al verla, demonios viene lleno el camión y sólo hay espacio a lado del Coco pensó ella.

Con permiso, le pidió ella y él se paró para darle lugar cerca de la ventana, al fin y al cabo ellos sabían que se dirigían al mismo lugar. El silencio entre ambos resultó muy incomodo, pues él no dejaba de observarla y ella sólo volteaba a ver el recorrido del camión pues no quería en absoluto intercambiar más palabras con él.

El camión se detuvo y ella bajó primero, dejando él notar sus “modales de caballero” al dejarle bajar del camión. Al arrancar el transporte eran sólo ella y él en la calle, ella a dos cuadras de su casa y él a una esquina de la suya, ni siquiera estaban en la misma dirección, pero él iba detrás de ella, admirándola.

Paso a paso, Inés lo escuchaba detrás de ella, de pronto sólo eran sus pisadas las que se escuchaban en el pavimento, él había desaparecido, entró corriendo a su casa y cerró la puerta estrepitosamente, el miedo le recorría el cuerpo, de hecho no sabia que sentía en ese momento, sólo un simple alivio.

José Luís, sintió una enorme ansiedad mientras caminaba detrás de esa hermosa mujer, pero de repente, entró a la tienda de Doña Lupe y pidió una cajetilla de cigarros y una botella de whiskey, después de todo había hecho una excelente venta hoy y él quería celebrar.

Guadalupe era una señora de casi unos 50 años, 30 de los cuales los había pasado viviendo en esa zona y 20 atendiendo su propio negocios de abarrotes, en todo ese tiempo presenció como la colonia se iba degradando cada día más y más, que mucha gente emigraba a otros lugares en busca de mejores oportunidades, de mucha gente ya no volvió a saber más, ella odiaba a todos los vagos de la cuadra, más sin embargo no los corría de su establecimiento pues eran sus mejores clientes, entre cervezas, y botellas de licor mantenía vivo su negocio, aunque sea para sacar lo suficiente para vivir honestamente y mantenerse por sí sola, pues hace mucho que su esposo murió de un ataque al corazón y sus hijos se habían casado y nunca más regresaron.

Que pase buenas noches Doña Lupe, le dijo con una picara sonrisa José Luís, ella quedó un poco sorprendida de los “nuevos modales” del Coco; Si siguen como han estado por el momento muchacho si serán Buenas noches, le contestó ella sin poder ocultar el asombro por lo sucedido. Al menos dos dormiremos felices esta noche en este asqueroso vecindario, remató él. Agarró su compra y se fue del lugar.

Inés observó por la ventana como José Luís salía de la tienda de Doña Lupe, y con la mirada lo siguió hasta desaparecer a través del umbral de la puerta de su edificio. Aún sentía el corazón latirle al mil, al haberse sentido perseguida por ese parásito.

Decidió darse un baño y preparó la tina con agua caliente, poco a poco y de manera nerviosa se fue quitando la ropa y dejándola caer en el piso de losetas verdes que cubría el baño, sentía aún la mirada del Coco detrás de ella, sabía que esa noche no iba a poder dormir.

Los padres de Inés no estaban en la ciudad, habían ido a visitar a la madre de él, estaba muy enferma, un caso muy serio de cáncer ya casi en su etapa terminal, ella no pudo viajar debido a sus exámenes, al fin y al cabo sólo estaría sola unos días.

El agua hirviendo y el silencio de su casa le ayudaron a tranquilizarse, aún tenía unos capítulos por leer para su examen de mañana, no estaba preocupada puesto que era muy buena estudiante y sólo era cuestión de recordar lo que se vio en el curso para seguir adelante y sacar muy buenas notas al día siguiente.

José Luís contemplaba la botella de licor a punto de acabar, el humo del último cigarro esta por desvanecerse, y él apenas si sentía entumidos los cachetes a causa del alcohol, estaba tan emocionado por el negocio que acababa de realizar esa tarde, pinches niños de papi se dijo y se carcajeó al instante, qué pasón de analgésicos se van a meter esos estúpidos, pensó al momento en que volteó y miró la mesa de la sala donde había hecho añicos dos cajas de pastillas y las vació en bolsas transparentes, casi hechas polvo. Decidido por seguir su celebración bajó y se dirigió a la tienda por la misma dosis de diversión.

A lo lejos y en la oscuridad de la calle, un automóvil deportivo y totalmente polarizado expulsaba humo de sus ventanas casi abiertas, se escucharon gritos de sobresalto y de pronto el motor se encendió, las luces apuntaron con toda su intensidad el andar tropezado de José Luís, que sin inmutarse procedió su andar y entró de nueva cuenta a su edificio. El carro había desaparecido.

Desde su penthouse lleno de telarañas y unos cuantos roedores, se divisaba la ventana del cuarto de Inés que aún permanecida iluminada por las lámparas del escritorio donde ella estudiaba. La reconoció aún no estaba muy borracho, aún pensaba en ese culito que iba delante de él al regresar de la universidad. Inés se dirigía a su cama para descansar un poco la vista y alejarse de su lectura cuando se asomó por la ventana a causa del escándalo que traía un automóvil deportivo que de manera extraña se paseaba por el vecindario, chiquillos fresas pensó creo que el Coco tendrá venta nocturna esta noche se dijo y volteó hacia el edificio de José Luís, desde la cual alcanzó a ver ese rostro que le causaba repugnancia que estaba observándola, inmediatamente cerró las cortinas y prosiguió leyendo.

Unas sombras recorrían la calle, José Luís continuaba su fiesta a ritmo de la botella al topar bruscamente con el vaso y el encendedor prendiéndose constantemente, el humo ya minaba el cuarto, caminó tambaleantemente hacia su habitación, del interior de su colchón sacó una pequeña bolsa y agarro un pedazo de cristal de una ventana rota que había quedado en el piso y se preparó 4 líneas y las respiro casi al instante una tras otra.

Su cabeza daba vueltas, se perdió en su mundo, se perdió en ella.

De la escuela de Inés salió una llamada a la comisaría, tenían 3 días que nadie la había visto, algo muy raro en ella pues era la mejor alumna de su generación, y no se había presentado a sus 2 exámenes anteriores y ya tenia media hora de retraso con el del día de hoy. Nadie contestaba en su casa, el teléfono sonaba sin cesar y nadie le ponía fin a su chillar.

A Doña Lupe le extrañó que El Coco no apareciera ni siquiera a comprar sus cigarros, él compraba una cajetilla diaria, pero ya tenía un par de días que su perdida humanidad no se asomaba por el establecimiento para nada, de repente escuchó una patrulla que se estacionaba en el edificio donde vivía la niña modelo del vecindario, de pronto todo el vecindario estaba en la calle, nadie la había visto, sus padres aún no regresaban y el departamento tenía las luces prendidas, la policía abrió de un golpe la puerta, nada, absolutamente nadie en el departamento, no había señales de que alguien hubiera estado ahí en días, todo estaba ordenado, aquí no había pasado nada fuera de lo normal. Doña Lupe se acercó a un vecino y éste le informó lo que pasaba, Inés estaba desaparecida.

Uno de los oficiales estaba guardando sus cosas en la patrulla cuando la señora se le acercó, le comentó acerca de ese muchachito que no tiene nada bueno que ofrecer en la vida más que sus $20 que me paga diariamente por sus cigarros, tiene 2 días que no se le ve por los alrededores le dijo al oficial.

La puerta se abre y entra un grupo de policías con las armas apuntando en sentido de guardia, uno a uno van entrando a cada cuarto del departamento, “No hay nadie, todo despejado” comentan al unísono 3 de los cuatro oficiales, sin embargo el silencio en el último cuarto refleja que no todo está bien. La imagen de una mujer desnuda y totalmente ensangrentada se vislumbra desde el portal del cuarto de José Luís, la ropa de la muchacha estaba despedazada a su alrededor, un camisón de algodón, sin ropa interior y con un tiro en la frente y toda la cama ensangrentada.

En el interior del baño del cuarto, se empezó a sentir un olor a podrido, los oficiales abren la puerta atorada con una fuerte patada, ahí sentado en el inodoro estaba el cuerpo desnudo de un joven y con un tiro en la frente, con la nariz llena de polvo blanco y a sus pies unas cajas de medicamento espolvoreadas y ensangrentadas.

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